LA SOSTENIBILIDAD SOCIAL DEL MEDIO RURAL A DEBATE

PROPUESTAS ACEPTADAS

Coordinación

Eloy Gómez Pellón (AIBR) y Santiago Amaya Corchuelo (ASANA)

Contacto

gomezel@unican.es, santiago.amaya@uca.es 

Líneas de trabajo

La propuesta de este simposio trata de suscitar el interés de todos aquellos investigadores interesados en el estudio de la sociedad rural, en toda su diversidad, que incluye, a título de orientación, las siguientes líneas de investigación:

  1. El despoblamiento y el envejecimiento de la población del medio rural español.
  2. El desempleo en el medio rural: la desocupación juvenil.
  3. La desigualdad de la mujer en las áreas rurales.
  4. Los retos de la diversificación económica en el medio rural.
  5. El desarrollo endógeno del medio rural.
  6. La promoción de las áreas rurales mediante las marcas de calidad.
  7. Valorización del patrimonio rural desde contextos alimentarios.
  8. La puesta en valor de los activos comunitarios en el medio rural.
  9. De la ruralidad tradicional a las nuevas ruralidades.
  10. Las transiciones sociales en el medio rural.
  11. De la sostenibilidad social a la cohesión territorial de las áreas rurales

Y, en definitiva, cualquiera otra línea de los estudios rurales que contribuya a generar una imagen certera del medio, en un momento en el cual los espacios rurales atraen la atención de las instancias políticas y económicas y científicas, debido a la poliédrica significación que han adquirido en nuestras sociedades.

Estado de la cuestión

Con el Informe Brundtland de 1987 emerge un concepto trascendental, embrionario hasta entonces, que adquiere la denominación de desarrollo sostenible, y que un lustro más tarde se presentará como cristalizado coincidiendo con la Cumbre de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992, en cuyo marco tendrá cabida la Declaración de Río. Un cuarto de siglo después, la fertilidad del concepto se considera sobradamente demostrada y hoy nadie duda de la potencia y del valor heurístico de un concepto llamado a perdurar, y aún a reforzar su contenido en los ámbitos académicos y científicos. Ha sido de esta manera como el concepto de sostenibilidad se ha cargado progresivamente de fuerza, y hoy lo encontramos proyectado de muy diversas maneras: sostenibilidad ecológica, sostenibilidad económica, sostenibilidad social, sostenibilidad cultural, sostenibilidad política, etc.

Fue en 2007, cuando tras la promulgación de la Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el desarrollo sostenible del medio rural, se establecieron las bases de una política rural propia, coordinadamente con la impulsada desde la Unión Europea, y tomando en consideraciones documentos como El futuro del mundo rural, COM (88) 501, plenamente adaptada a las condiciones económicas, sociales y medioambientales de nuestro medio rural. La citada ley se ha acompañado del llamado Programa de Desarrollo Rural Sostenible, aprobado por Real Decreto 752/2010, de 4 de junio, instrumento fundamental de la nueva política rural española. Si la sostenibilidad social aplicada al medio rural es consecuente con un objetivo de justicia social, la igualdad de género es condición sine qua non para lograr el desarrollo sostenible e incluyente que reclama el mismo medio rural, tal como se reclama en el Plan para la promoción de las mujeres del medio rural (2015-2018).

El proceso de cambio que se ha producido en el medio rural español durante las últimas décadas ha situado a éste en una difícil encrucijada, al quedar cuestionada la sostenibilidad social del mismo con harta frecuencia. A pesar de que las diferencias entre los espacios rurales son notorias, problemas como los del despoblamiento, del envejecimiento de la población, de la masculinización y, en suma, de la debilidad demográfica, constituyen factores que se repiten, con la salvedad de los espacios periurbanos, hasta el extremo de que un persistente éxodo ha devenido en algunos de estos espacios en auténtico vaciamiento demográfico. Las razones hay que buscarlas en procesos que son comunes a las sociedades modernas, entre los cuales la urbanización y la terciarización de la economía, a la zaga de los procesos de industrialización que se produjeron en el pasado, han actuado como poderosos estímulos que han convergido con una progresiva desagrarización del medio rural.

La oferta laboral y la de servicios culturales del medio urbano dejan a muchas áreas rurales convertidas en reductos marginales, con un futuro seriamente comprometido, tal como sucede a menudo con las áreas de montaña de la geografía española, y también con numerosos espacios rurales de la España interior, con un sector agrario subsidiado y dependiente de la PAC, con un notable desempleo estructural, que afecta tanto más a los jóvenes y a las mujeres, cuya situación se agrava por la insuficiencia de las infraestructuras, sobre todo en el ámbito educativo y en el sanitario, pero también en el de las telecomunicaciones en una época en la cual éstas resultan imprescindibles para cualquier ciudadano. En esta situación, la interacción entre el medio rural y el urbano resulta tan desfavorable para el primero que la debilidad demográfica no hace sino progresar, sin poder evitar que la vida rural continúe con su lento declinar.

Ahora bien, esta tradicional interacción entre el campo y la ciudad está comenzando a revertir. La vieja dicotomía del medio rural y del medio urbano está superada, y cada vez se pone mayor énfasis en el hecho de que no es posible comprender el uno sin el otro. Ambos se necesitan imperativamente, sin menoscabo para ninguno de ellos. El campo constituye una oferta de bienes públicos para los habitantes de la ciudad, al tiempo que, inevitablemente, la ciudad es el lugar donde los habitantes del campo subvienen a necesidades de servicios de todo tipo. El medio rural es el frecuente lugar de residencia de quienes acuden diariamente a la urbe para trabajar, y también es el lugar de segunda residencia de quienes viven habitualmente en la ciudad. Muchos de los habitantes del medio rural, frecuentemente la mayoría, no se dedican a la actividad agraria, pero conviven con quienes, sean pocos o muchos, hacen de esta última su principal ocupación, o también su ocupación complementaria. Es, asimismo, el campo el destino de los denominados neorrurales, esto es, de quienes siendo de procedencia urbana desean abrazar los valores de una vida rural sencilla. El campo es también el lugar del esparcimiento, donde el habitante de la ciudad goza del espectáculo de la naturaleza y de las oportunidades que ésta le ofrece para la práctica de los más diversos deportes y entretenimientos. En definitiva, nos encontramos ante la filosofía de la nueva ruralidad promovida por el discurso multifuncionalista de la política europea, en el cual el territorio se convierte en el concepto de referencia en torno al cual se articula el desarrollo rural. Una de las manifestaciones de esta relación se encuentra en la progresiva especialización de los espacios rurales en producciones agroalimentarias de calidad que utilizan marcas territoriales para distinguir sus productos en mercados globales. Los sellos de calidad alimentaria y su constante aumento, constituyen uno de los múltiples fenómenos ligados tanto a las nuevas funciones de los espacios rurales, como a recientes demandas de los consumidores de las sociedades post-industriales.

Pero la sostenibilidad social constituye la garantía del desarrollo sostenible de las áreas rurales, de modo que para que éste sea efectivo es necesario que se produzca la imprescindible retención demográfica, la cual sólo será posible con la mejora de la las condiciones de bienestar de estas poblaciones, completando y mejorando sus servicios y sus infraestructuras, y merced a políticas efectivas de empleo, con especial atención a los jóvenes y a las mujeres, impulsando complementariamente la promoción de la mujer mediante estrategias lo suficientemente activas, principalmente en el ámbito político y en el cultural, y, en suma, cuando se eliminen las barreras y los condicionamientos que refrenan el desarrollo personal de los habitantes del medio rural. Todo ello será posible con un aprovechamiento sostenible de los recursos, con una economía cada vez más diversificada y con la generación del imprescindible desarrollo endógeno, de manera que hagan posible la progresión sustancial de la calidad de vida de los habitantes del medio rural y que proporcionen la mayor cohesión posible al tejido social de estos espacios.

Aun manteniendo un apreciable parecido entre sí, los espacios rurales son extraordinariamente heterogéneos, y su situación se halla entre la ruralidad de las áreas periurbanas y la de las áreas marginales, entre los espacios que han perdido la vocación agrarista y los espacios en los que sigue teniendo mucha importancia la producción agraria, entre los espacios que hallan su cualidad más valiosa en la relación que establecen con el medio urbano más cercano y los que la hallan en la excelente calidad de los espacios naturales protegidos que cobijan, pasando por los que reúnen potencialidades de muy diverso tipo, desde los que poseen una demografía suficientemente vigorosa hasta los que se encuentran en una situación de debilidad extrema. Todos ellos, sin embargo, están unidos por el deseo de quienes viven en ellos de resistir la tentación de la urbe siempre y cuando se puedan beneficiar de las condiciones adecuadas para la permanencia, las cuáles han de ser comparables, en buena parte de sus parámetros, a los de las áreas urbanas. El concepto de cohesión territorial (Libro Verde de la Cohesión Territorial, 2008), trata de trascender la existencia de áreas rurales y áreas urbanas para reparar en la existencia de un territorio y de una comunidad territorial, capaz de alimentar un proyecto común y una identidad, sin perjuicio de la existencia de una diversidad de situaciones.

Bibliografía

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Idiomas

Las propuestas y las comunicaciones podrán realizarse en cualquiera de las lenguas del Estado, además de la inglesa y la francesa, aunque se recomendará realizar la redacción final de los textos en lengua española.

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